jueves, 23 de julio de 2015

Video - Elegía a la Muerte del Inca Atahualpa

Mensaje - Poema Elegía a la Muerte de Atahualpa





Mensaje



Que todos los gobernates de los pueblos del mundo deben velar por mantener:
  1. La naturaleza de su estado o nación, cuidando su fauna y flora mediante mecanismos de acción que conlleven a la armonía.
  2. Tratar de impedir que personas ajenas a su pueblo causen daño y de está forma sumir en una tristeza a sus ciudadanos.
  3.  Procurar mantener en todo momento la unidad nacional para de esta manera luchar como un solo puño a las adversidades que se presenten.
Finalmente nos dice QUE EN TODO MOMENTO UN GOBERNANTE DEBE DAR AMOR, PASIÓN, RESPETO Y LEALTAD A SU PUEBLO como lo demostró el
                                                  Inca Atahualpa

Comentario del Poema " Elegía a la muerte de Atahualpa"




Comentario

 


En este inspirado poema del escritor ecuatoriano Jacinto Collahuazo, se puede apreciar de forma clara el sufrimiento y el dolor del Inca Atahualpa al ver llegar a los españoles - los blancos - a sus queridas y vírgenes tierras. 

Este mismo dolor que nuestros nativos sintieron al ver llegar a los españoles a nuestra tierra y verlos tomar todos nuestros tesoros, ese sufrimiento que se reflejó en Atahualpa, el cual en nuestros nativos fue tan grande como verlo morir en manos de las personas que nos quitaron nuestras raíces.

Elegía a la muerte de Atahualpa


ELEGÍA A LA MUERTE DE ATAHUALPA




En un corpulento guabo
un viejo cárabo está
con el lloro de los muertos
llorando en la soledad;
y la tierna tortolilla
en otro árbol más allá,
lamentando tristemente
le acompaña en su pesar.

Como niebla vi los blancos
en muchedumbre llegar,
y oro y más oro queriendo,
se aumentaban más y más.

Al venerado padre Inca
con una astucia falaz
cogiéronle, y ya rendido
le dieron muerte fatal.

¡Corazón de león cruel,
manos de lobo voraz,
como a indefenso cordero
le acabasteis sin piedad!
Reventaba el trueno entonces
granizo caía asaz,
y el sol entrando en ocaso
reinaba la oscuridad.

Al mirar los sacerdotes
tan espantosa maldad,
con los hombres que aún vivían
se enterraron de pesar.

¿Y por qué no he de sentir?
¿Y por qué no he de llorar
si solamente extranjeros
en mi tierra habitan ya?
¡Ay!, venid hermanos míos,
juntemos nuestro pesar,
y en ese llano de sangre
lloremos nuestra orfandad,
y vos, Inca, padre mío
que el alto mundo habitáis
estas lágrimas de duelo
no olvidéis allá jamás.

¡Ay! No muero recordando
tan funesta adversidad.
¡Y vivo cuando desgarra
mi corazón el pesar!